miércoles, 16 de noviembre de 2016

Gertrudis la Magna...

El deseo de Dios: Una gran crisis que empezó durante el adviento de 1280, va a hacer que Gertrudis se sienta sumergida en una profunda tristeza, pero aquel lunes 27 de enero de 1281, teniendo 26 años va a marcar toda su vida. Es significativo que ella misma cuente tres veces esta conversión.



Lo que ocurre en este día va a ser un encuentro con un joven:
“… Al levantar la cabeza en medio del dormitorio… vi a un joven amable y delicado como de unos diez y seis años, cuyo aspecto exterior no dejaba nada por desear a mis ojos. Con esa hermosura deseable a mi juventud que me atraía. Con rostro atrayente y dulce voy me dijo: “Pronto vendrá tu salvación. ¿Por qué te consumes con tristeza? ¿Por qué ventura no tienes quien te aconseje que así se ha renovado tu dolor?"Memorial II,1

En este encuentro con el joven Jesús, vemos en Gertrudis un corazón enfermo de soledad, necesitado de un confidente, de un amigo. Y la visión le proporciona todo lo que deseaba, porque conocía Jesús sus deseos más íntimos, mejor que ella misma. “Un joven cuya identidad se le revela al mostrarle sus llagas. La persona de Cristo cautivó a Gertrudis. Y fue para siempre".

A partir de aquí todo va a cambiar, su visión, su forma de enfocar la espiritualidad, centrada en la Humanidad y Divinidad de Cristo. Se puede llegar a decir que “lo primero que se encuentra en los escritos de Gertrudis es Cristo, una cristología, pero de Cristo se sube incesantemente al Padre, a la Trinidad. El centro y el vértice de la atención de Santa Gertrudis no es simplemente Cristo, ni simplemente la Trinidad, sino que su mente sigue una dialéctica cristológica-trinitaria.


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