Me llama la atención que en este tiempo de Navidad, y también en el de Adviento, se alude muchísimo a la luz y a las sombras.
La luz se ve en la oscuridad.
¿Qué ves en esa luz? ¿Te dice algo la luz? ¿Te dice algo la vela?
A mí me encantan las primeras páginas de la Biblia, donde nos narra la creación. Encontramos en ella, muchos símbolos, temas, puntos importantes para reflexionar, pero yo me quiero detener en uno: LA LUZ. Es el primer acto del Creador: "Dijo Dios: "¡Que se haga la luz!" Y la luz se hizo. Y vio Dios que era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas" (Gn 1,3-4). La luz está asociada a la vida, y las tinieblas a la muerte: luz y tinieblas; vida y muerte. se trata del mismo tema, muy propio en este tiempo de Navidad, y también el vivido de Adviento. ¿No se dice acaso que "nacer es ver el día" (Sal 58,9? Existe la expresión, "dar a luz" para referirse al nacimiento de un bebé. La luz nos revela la naturaleza de Dios: Jesucristo es la Luz nacida de la luz. Con Él, la Luz ha entrado en la carne, y las tinieblas han podido impedírselo (Jn 1,1-18). En cierto modo, Jesús fue un "iluminador": dio su vida para que el ser humano sea curado de su ceguera y vea la luz, para convertirse en hijo de la Luz. "Porque, si en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. ¡ Vivid, pues, como hijos de la Luz!" (Ef 5,8).
Se trata de que dejemos que nuestras sombras, oscuridades, miedos, errores... salgan a la luz. Reconozcamos nuestra pobreza y nuestra necesidad. Enfrentemos y acojamos nuestras oscuridades manteniéndolas, sin miedo, en nuestras manos. Son la puerta por la que se cuela el amor misericordioso de Dios.
Abrir, acoger, mirar nuestras sombras para que salga la luz.
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