jueves, 6 de septiembre de 2018

Seguimos en el curso...

Después de este tiempo de silencio os comparto que se sigue realizando el curso de formación de postulantes y novicias de la Orden. En este curso se está trabajando un tema muy importante para nosotras Cistercienses y es una introducción al Carisma Cisterciense. En nuestro carisma hay una herramienta muy importante es la Lectio Divina. Esta abre la puerta a mi carisma y a mi misma vida cristiana. Así que tú como hombre o mujer cristiano te invito a hacerla.

Toda la espiritualidad cisterciense y medieval está elaborada desde la lectio divina como interpretación de la Escritura según la doctrina del sentido espiritual y sus aspectos. La lectio divina es al mismo tiempo inteligencia de la fe e itinerario espiritual. El proceso de la lectura va acorde con el proceso de maduración espiritual del lector. A medida que el alma se va configurando con la Escritura y va ordenando en sí el amor, se va asemejando más a Cristo, al Verbo o Palabra divina, de la cual es imagen. Cada lector alcanza una inteligencia de la Palabra proporcionada al nivel que en su madurez espiritual haya alcanzado.

San Bernardo y otros autores contraponen el libro material de la Biblia al “libro de la experiencia”. El primero es leído con los ojos carnales del cuerpo, el segundo con el corazón transformado por la gracia. Lectio divina y crecimiento espiritual crecen y progresan juntos, e igualmente culminan juntos como una pareja inseparable: así como la lectura “carnal” se realiza desde una conciencia carnal, ligada a lo sensible, la contemplación se opera en una conciencia enteramente espiritual y divinizada. No hay progreso en la lectio sin transformación o maduración espiritual del lector. Ambas cosas van unidas.


Leer, meditar y orar son los componentes básicos de la lectio divina. La lectura no es un simple leer.


Meditar la Escritura era repetir incesantemente los textos sagrados a media voz, especialmente los Salmos, con el fin de aprenderlos de memoria, por un lado para la liturgia, y por otro con vistas a la búsqueda de la oración continua, la lucha contra los pensamientos y la distracción. Esta repetición continua de los textos debía hacerse, no de modo mecánico, sino al modo como los animales rumian su alimento: como una manducación lenta y pausada de la Palabra, para una correcta digestión o interiorización de la misma.


La meditación no es un ejercicio independiente de la lectura, nace de ella. Puede realizarse durante el tiempo mismo de la lectio o en otros momentos, como su prolongación, recomienda Guillermo. Lectura, meditación y oración forman un todo dinámico, no está sujeto a reglas. Con todo, hay una cierta jerarquización, como un antiguo autor cisterciense: “Buena es la lectura, mejor la meditación; pero la oración es óptima”



En suma, vemos cómo en Císter, la lectio divina no es una simple práctica de meditar u orar a partir de la Biblia, sino un camino de fe a partir de la interiorización del misterio de la Escritura, que abarca toda la vida espiritual, desde el hombre animal al hombre divinizado. De ahí que la Escritura esté en el corazón de la Espiritualidad cisterciense, y del monacato cristiano en general


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