El sábado vivimos el VIII encuentro monástico. Cada encuentro es una
experiencia única e inolvidable. El Espíritu Santo siempre nos sorprende con
algo maravilloso.
Os presentamos parte de las reflexiones que los participantes compartieron
en el diálogo de la tarde, después de la exposición al Santísimo, a partir del
relato de un paseo de Buda con su discípulo. En este relato un maestro sugiere
a su discípulo que recoja el agua clara del río, pero siempre que va está
turbia. Nos preguntábamos, ¿qué hacer cuando nuestra mente esté turbia y
queremos que sea cristalina?
Desde las vivencias personales surgieron diferentes opiniones e ideas que
podemos llevar a la práctica cuando nos encontremos con las “aguas turbias”:
- Pasar un tiempo largo ante el Santísimo, orando. Ahí es el
único lugar donde una persona encuentra claridad de mente, de emociones,
de esos sentimientos negativos que a veces invaden el corazón.
- Dejar que el tiempo pase;
alejarse de la situación conflictiva; tener paciencia; calmarse y esperar la
ayudó en un momento difícil de su vida para que las aguas se hiciesen
cristalinas y saliese la verdad.
- Dialogar, aclarando el problema
que pueda darse.
- Empezar con pensamientos positivos el día.
Hubo una reflexión impresionante. A veces nos puede dar miedo que
tengamos el corazón como el agua cristalina del río, donde puedes verte
reflejado y ver lo que hay dentro. Esta situación da miedo, porque no
sabemos lo que nos podemos encontrar. Igual vemos dentro de nosotros algo que
no nos gusta, o si nos vemos el rostro puede que tampoco nos agrade. Pero,
descubrimos que también nos podemos encontrar cosas maravillosas, pues a fin de
cuentas, somos creados a imagen y semejanza de Dios. Es importante ver lo
positivo que tenemos en nuestro interior, para eso es necesario que las aguas
estén cristalinas y no turbias.
¡¡¡GRACIAS, GRACIAS POR COMPARTIR CON ESTA COMUNIDAD MONÁSTICA, ORAMOS POR
VOSOTROS, NO LO OLVIDÉIS QUE ORAMOS POR VOSOTROS!!!
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