Estos días en la liturgia de la Palabra se está proclamando el capítulo 6 del evangelio de San Juan. Es el sermón del nuevo éxodo. Aún más sorprende que ayer y hoy se leía el versículo 35:
" Yo soy el pan de la vida.
El que venga a mi no tendrá hambre,
y el que cree en mi, no tendrá nunca sed ".
Nos dirá S. Castro, que Jesús se constituye en la saciedad del hombre. Venir y creer son paralelos. Expresan los diversos movimientos que embargan toda la persona, igual que la sed y el hambre manifiestan todas sus necesidades vitales.
Lo que quiere decir, que la persona hay que situarla en el primer lugar y en relación de intimidad con el Padre.
Además, la insistencia en el comer y en el beber son afirmaciones claras de comunión personal con Jesús. No se trata, pues, de aceptarle como maestro que hay que seguir o de sabiduría que debe envolver al creyente. Es comunión vital y existencial. Por medio de la comida y de la bebida uno vive en el otro. Por tanto, se excluye una visión puramente carnal de la comida y bebida, y también meramente espiritual. Esto sólo puede entenderse desde la experiencia del Resucitado y desde el Espíritu que conducirá a la verdad plena.
¿Qué relación de intimidad, comunión, profundidad... tengo con Jesús?
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