Deseo compartiros una de nuestras máximas de la vida monástica: la soledad. Lo realizaré basándome en los diálogos que tenía Rosalía con la M. Marie:
Escribir sobre la soledad en la era de las redes sociales, nosotras seguimos con nuestra cantinela.
- Sí, es algo difícil de entender, pero la soledad no es aislacionismo, sino un medio para conectar con el propio corazón y, de ahí, con el de todo ser humano. En la Edad Media, el monasterio era un jardín cerrado, una fuente sellada, el lugar para la intimidad con una misma. Necesitamos la soledad de la mente y del espíritu. Para San Bernardo, estar solo es no pensar en torpezas, evitar toda discusión y no recordar las injurias.
Dice Rosalía: - Pues yo voy en un vagón del metro en hora punta.
- Rosalía, sé muy bien que no es así. Anda, déjame que te cuente un relato del monacato primitivo.
- ¡Eso sí que me suena sensato!
- Dice así:
"Tres amigos, llenos de celo, se hicieron monjes. Uno de ellos eligió reconciliar a los que tenían pleitos, según lo ue está escrito: "Bienaventurados los que buscan la paz" (Mateo 59). El segundo se propuso visitar a los enfermos. El tercero se fue a poner en práctica la contemplación en la soledad. El primero agotándose en medio de los pleitos de los hombres, no podía pacificar a todos. Desalentado, se fue donde estaba el que ayudaba a los enfermos, y lo encontró también desanimado, incapaz de cumplir el madamiento divino. De común acuerdo, fueron al encuentro del que se había retirado al desierto, le contaron sus tribulaciones y le rogaron que les diijer a qué situación había llegado. Este se quedó un momento en silencio, y llenando una copa de agua, les dijo: "Mirad este agua"; estaba turbia. Y poco después añadió: "Mirad ahora cómo se ha vuelto transparente". Se inclinaron sobre el agua y vieron en ella su rostro como un espejo. Y les dijo: "Esto sucede al que mora en medio de los hombres: el desorden no le permite ver sus pecados, pero si recurre a la contemplación, sobre todo e el desierto, descubrirá sus pecados".
- ¿Buscamos la soledad para conocer nuestros pecados? Qué amargaíllos somos los cristianos...
- Para conocerse a uno mismo hace fala coraje. El pecado no es más que una distorsión de nuestro verdadero yo, que es amor incondicional. Todo egocentrismo, todo lo que nos aleja de nuestra vida esencial, es lo que llamamos pecado. Puedes cambiarle el nombre si este te resulta apabullante, pero la realidad significada no cambia. Tenemos un ego y ese ego siempre quiere más y más. Si no logramos desenmascarar sus estrategias, dominará nuestra vida, y no podremos ser verdaderamente libres. La soledad hace transparente la visión interior.
- No sé si tiene algo que ver, pero me recuerda a lo que el profeta Rumi dice de que nuestra tarea no es buscar amor, sino buscar y encontrar dentro de nosotros todas las barreras que hemos construido en contra de él.
- Sí, es perfectamente aplicable a este caso. ¿Dónde hemos de buscar? Dentro de nosotras. La soledad es una ayuda porque impide que sigamos proyectando en los demás lo que no queremos reconocer en nosotras.
- Madre, ha habido casos de personas que se han retirado a la soledad y que no son monjes. Estoy pensando en Henry David Thoreau, el escritor norteamericano. Dice así:
" Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme solo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido".
Me ha impresionado. ¡La soledad es un medio para aprender a vivir! Las palabras de Thoreau me llegan más que las del monje del vaso de agua, con todos los respetos.
- Perfecto, Rosalía, y es normal. Los primero monjes eran seres muy rudos y utilizan un lenguaje áspero. No te quedes en lo exterior, profundiza. En este tiempo, ¿has experimentado que la soledad haya sido beneficiosa para ti?
RESPONDEREMOS EN OTRA HUELLA...
Ermita que se encuentra en Monte Sión - Toledo-
No hay comentarios:
Publicar un comentario