Una joven entra en la vida monástica. Y, si entra es por algo. Ha decidido pasar de la visibilidad a la invisibilidad. Muestra mucho coraje: las monjas de clausura, tal y como el mundo nos conoce, no somos nadie. Nada más que puro aliento, pero ahí reside la belleza de esta vida. Cuando no hay expectativas, cuando no se espera nada de ti, es más fácil ser libre. Y la libertad mi querid@ lector, es nuestro don más preciado.
Choca que una monja sometida a mil restricciones hable de libertad.
¿Qué es para una monja la libertad? o mejor dicho ¿qué es para mí, que soy monja, la libertad? Está claro que tiene que ver poco con el libre albedrío.
Os lo seguiremos compartiendo...
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