
Jesús va al templo y con el látigo comienza a sacudir todo, porque el templo es el lugar de la oración y lo han convertido en una cueva de bandidos. Pues bien, el templo es nuestra alma e igual Jesús, en este tiempo de cuaresma, también tiene que entrar en ella y coger el látigo, porque está llena de sabandijas y bestias, como diría Santa Teresa.
El templo es el lugar de la oración, no de reflexionar sobre nuestros intereses y cavilar, realizar nuestros proyectos. ¿cómo es mi oración? ¿Quién es el centro de interés en la oración, Dios o mi propio yo? ¿En la oración de qué hablo? Soy yo con mis agobios, expectativas quien pone distancia, creo muros que dificultan la oración y me cierro. Todo esto son trampas mecanismos de defensa que me dificultan en el modo de avanzar de Jesús.

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