Hemos
estado en el umbral de la cuaresma. Ahora nos encontramos en la puerta de la
cuaresma. Es la inauguración de la cuaresma con el primer domingo. La
conversión que es el tema central, es un combate, una lucha contra alguien. Ese
alguien es la potencia del mal que está.
El ser
humano es debilidad. Somos barro. Adán y Eva tienen miedo de ver su
debilidad, de verse frágiles, de verse imperfecto. Sin embargo, los somos.
En
este domingo se nos presentan las tres tentaciones. Son las tres
tendencias frustrantes del ser humano:
Primero
su propia necesidad el pan. Necesidad más elemental. Cuando la necesidad nos
acucia en exceso, nos perturba. Nos perturba hasta el punto de sacarnos
de nosotros mismos.
Segundo
es una filigrana: tírate del templo para abajo. El exhibicionismos, el querer
que nos reconozcan los demás, el querer ser algo en esta vida. El querer
aparentar.
Tercero
la pasión por el poder, el poder expresa todo lo contrario de la debilidad, es
la evasión de la propia debilidad, en algo que me da estabilidad. Cuanto
más poder más soy.
Son
pasiones que están en el ser humano. Sin embargo, la auténtica tentación de
Jesús no nos la presenta hoy la liturgia. Se encuentra en el Huerto de los
Olivos, lo veremos al final de la cuaresma. Ahí Jesús, ora y la gran obsesión
de Jesús que es el Reino de Dios, se eclipsa, inmediatamente siente que su vida
ha sido un fracaso y por eso grita en el fondo de su corazón: si es posible que
pasa de mí este cáliz!
Toda
la vida simbolizado en esos 40 días y 40 noches, es una tentación y el
vencimiento de la tentación está en la dimensión de reconocer nuestra propia
debilidad, en este reconocimiento que está en una confianza absoluta en Dios.
La fuerza no está en nuestra mano sino en Dios, esto requiere una gran fe y al
mismo tiempo una concentración en sí mismo. Ninguna evasión de sí mismo.
El que
no es probado ni tentado no sabe nada. Porque la prueba y la tentación es la
que nos da la experiencia. La experiencia es el reconocimiento real de lo que
somos, barro, fragilidad, fugacidad, caducidad absoluta ahí está nuestra
debilidad. Asumiendo lo que somos y proyectando nuestra confianza en
Dios.
Estos
tres tipos de tentaciones que nos ofrece hoy el evangelio son tres pero se
diversifican en multitud de tentaciones según la complejidad del ser humano. La
expresión pasional, la expresión de debilidad, la expresión de circunstancias
en las que uno se mueve constantemente, que está recibiendo impactos constantes
de fuera para salir de uno mismo y caer en la tentación de buscar su propia
seguridad. Al final la confianza y la fe en Dios.
Con la
tentación sabes lo que es la vida y sabes lo que tú eres. Esta ciencia de la
fragilidad la necesitamos. Es una paradoja. Pues, en la medida que conocemos
mejor la debilidad y fragilidad y la asumimos nos hacemos fuertes. En palabras
de Pablo: ¡cuánto más débil soy más fuerte!
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