Hoy la liturgia nos presenta el texto evangélico del Joven rico. Es curioso que va corriendo donde Jesús, le presenta sus dudas y termina volviendo a su casa triste, pero con algo que no le ha dejado tranquilo. Me detengo aquí un momento, el joven se va a su casa, porque desearía preguntar a este joven: «¿Por qué
sigues haciendo preguntas? ¿Por qué no dices: “Gracias, Señor, todas estas
cosas las he observado ya y me voy a casa contento”? ¿Por qué te buscas
problemas, haciendo una última pregunta que te hará sentirte mal?». El joven
podría responder: «Sentía que a pesar de todo no estaba satisfecho. Mi pregunta
era sincera. Lo hacía todo bien, tenía amigos, administraba bien mis riquezas,
me consideraban una persona honrada, pero soy joven, me siento llamado a hacer
grandes cosas en la vida, quiero saber..,».
En el fondo de nosotros mismos se encuentra esta exigencia de algo más: sentimos
que hacer «razonablemente bien» las cosas no basta. O, mejor dicho, hacer
razonablemente las cosas es imposible si no nos abrimos a algo más.
Hoy te puede pasar esto mismo a ti, ¿por qué no buscas otras alternativas a tu vida? Escucha en tu interior algo se puede estar encendiendo.