Juan sintió un escalofrío
recogiendo en euforia y en presente
todo su silencio
Juan sentía el pecho abierto de luz.
Las quince o veinte personas que estaba con
él se admiraban de su silencio
y miraban cómo miraba él,
llegar a Jesús.
Jesús siguió andando hacia ellos.
Ya había ido otras veces.
Juan, excitado,
se oía como desde fuera
como si no fuera él el que hablara
"éste es el cordero de Dios
que quita el pecado del mundo"
Juan le miraba a Jesús fijamente,
admirado, llegando, desde lejos,
a la luz de sus ojos.
Jesús no sonería, ni dudaba,
entraba dentro de sus ojos con la mirada firme,
mansa, como cuando habían hablado otras veces,
como a quien le dicen algo que ya sabe.
Juan sintió, dirigiéndose a los otros, volviendo
una y otra vez a los ojos de Jesús,
"éste es el Hijo de Dios, el elegido, el predilecto"
"éste es la esperanza de Israel, la esperanza de todos los creyentes".
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