Jesús nos dice que en nuestro día a día se mezcla trigo y cizaña. Pero nos cuesta aceptarlo porque nos viene la tentación de arrancar la cizaña, lo que hay malo en nosotros. Jesús nos habla a nosotros impacientes, que enseguida queremos liquidar a los corruptos y delincuentes; a nuestro egoísmos e hipocresías. Jesús tiene que calmar nuestra impaciencias.
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